“La cerveza ya no se bebe: se come”
La cerveza no es solo una bebida para el almuerzo del domingo o una reunión nocturna. También tiene una larga tradición en la gastronomía checa como ingrediente principal. Por ejemplo, realza el sabor de la carne y aporta a los platos un toque agridulce característico. La elección del tipo de cerveza, así como la de las especias, determina el resultado.
Salsas delicadas
Una lager ligera se suele usar para guisar pollo o pavo, o para preparar salsas suaves, donde no hay que preocuparse de que su sabor domine el de los demás ingredientes. También funciona de maravilla para saltear cebollas: la cerveza las carameliza y les da un color natural sin necesidad de azúcar. El alcohol se evapora durante la cocción, por lo que incluso quienes no suelen consumir alcohol no tienen de qué preocuparse.

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Las cervezas oscuras especiales, las porter o las semioscuras se utilizan cuando se busca un sabor distintivo y ligeramente dulce. El gulash de ternera, la pierna de cordero estofada o las costillas marinadas adquirirán un sabor que recuerda ligeramente al caramelo o al café.
Un uso interesante es hornear pan de jengibre o pastel de chocolate: la cerveza suavizará la masa, realzará el cacao y potenciará el dulzor. En este caso, es recomendable usar una cerveza menos amarga para que el postre no resulte amargo.
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Especias fuertes
Los estilos de cerveza modernos, como la IPA, contienen un aroma a lúpulo característico con sabor a cítricos o frutas tropicales. Se utilizan de forma similar a las especias fuertes. En pequeñas cantidades, es ideal para marinar carnes a la parrilla o para reducir salsas que se sirven con queso. Sin embargo, si nos excedemos con este tipo de cerveza, la comida puede resultar desagradablemente amarga. Por lo tanto, se utiliza más al final de la cocción y en cantidades controladas.

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Base de marinadas y rebozados
Además de guisar y hornear, la cerveza también se usa para marinar. El alcohol y los ácidos que contiene ayudan a ablandar la carne, mientras que los azúcares se caramelizan durante el proceso de cocción y crean una corteza crujiente. Una cerveza rubia ligera es ideal para aves o verduras, mientras que una cerveza negra es mejor para la carne de res o de caza. En los rebozados para freír, la cerveza actúa como un agente leudante natural: la masa queda más esponjosa y tierna.
