La cultura cervecera checa, camino a convertirse en Patrimonio de la Humanidad
Praga. – La cerveza checa no solo es una bebida, es una tradición profundamente enraizada en la vida cultural del país. Sus recetas centenarias, la calidad excepcional de sus materias primas y un proceso de producción único han convertido a la República Checa en una potencia mundial del “oro líquido”. Ahora, la cultura cervecera checa está más cerca de obtener el reconocimiento internacional que merece: su inclusión en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
A finales de enero de 2025, el Ministerio de Cultura checo incorporó la Cultura Cervecera a la Lista Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial, un paso clave antes de elevar la candidatura a nivel internacional. La Asociación Checa de Cervecerías y Malterías (ČSPS), impulsora de la iniciativa, confía en que el reconocimiento mundial pueda lograrse en 2026.
Una tradición que trasciende fronteras
El prestigio de la cerveza checa se sostiene en la calidad de sus ingredientes, como variedades locales de cebada y lúpulo, y en una tecnología de elaboración transmitida de generación en generación. Estos factores le valieron a la cerveza checa la Indicación Geográfica Protegida de la Unión Europea, sello que confirma su carácter único frente a otros países productores.
Las ciudades de Pilsen y České Budějovice son referentes mundiales, pues de ellas nacieron las célebres cervezas Pilsner y Budweiser. Sin embargo, el mapa cervecero checo es mucho más amplio: desde la legendaria cervecería U Fleků en Praga, hasta lugares con encanto histórico como Pivovar Regent en Třeboň, Krušovice, Dalešice o la microcervecería de Dobřany, cada región ofrece al visitante una experiencia distinta que combina tradición, gastronomía y hospitalidad.
Turismo cervecero en auge
La cerveza es también un motor turístico. Cada año, miles de viajeros recorren las rutas cerveceras del país, descubriendo fábricas históricas y pequeñas microcervecerías. En Pilsen, la visita a la cervecería Plzeňský Prazdroj y al Museo de la Cerveza es casi obligada para conocer los secretos de la Pilsner Urquell. En České Budějovice, el centro de visitantes de Budweiser Budvar permite sumergirse en la historia de otra de las grandes marcas checas. Experiencias más singulares, como los spas de cerveza en Chodová Planá, fusionan tradición con bienestar y han ganado popularidad entre turistas de todo el mundo.
El arte de elaborar cerveza
El proceso de elaboración de la cerveza en Chequia sigue un ritual cuidado en tres fases: producción de la malta, preparación del mosto y fermentación. Los granos de cebada se maceran, germinan y secan en hvozdy, para luego dar paso al mosto que, tras hervir con lúpulo, adquiere su característico amargor. Posteriormente, en modernos tanques metálicos, la levadura transforma el mosto en la cerveza que, tras su maduración y filtrado, llega a los bares en barriles, botellas o tanques.
Hacia el reconocimiento mundial
Más que una bebida, la cerveza checa es un símbolo nacional y una forma de vida. Su arraigo social, su valor histórico y su papel en la economía convierten a esta tradición en una candidata sólida para formar parte del patrimonio cultural de la humanidad.
Si la UNESCO concede el reconocimiento en 2026, la República Checa no solo reforzará su reputación como cuna de la mejor cerveza del mundo, sino que también consolidará el turismo cervecero como una de las experiencias más auténticas que el país puede ofrecer.