La fuerza de la costumbre. Las generaciones mayores suelen aferrarse a lo que les ha funcionado toda la vida. Crecieron en circunstancias distintas, cuando las recomendaciones y la disponibilidad de alimentos eran diferentes. Lo que entonces se consideraba saludable sigue siendo, para muchas personas mayores, una verdad irrefutable. Por eso continúan creyendo que ciertos hábitos son buenos para la salud, a pesar de que la opinión de los expertos ha cambiado con los años.
Ecos del pasado socialista
Algunos hábitos alimenticios de la época socialista siguen muy arraigados. Muchas personas los consideran beneficiosos porque en su día eran recomendados por médicos o aparecían en las tablas nutricionales oficiales. Sin embargo, hoy se sabe que no todo lo que se consideraba saludable hace cuarenta años lo sigue siendo. De hecho, algunos de estos hábitos pueden representar riesgos graves para la salud, especialmente en personas mayores.
Una dieta del régimen
Durante el socialismo, los productos lácteos enteros eran parte habitual de la dieta diaria. Se consideraban una excelente fuente de proteínas y calcio, estaban disponibles en todos los supermercados y eran asequibles. Los médicos los recomendaban especialmente para ancianos y niños como prevención contra la osteoporosis y la desnutrición. Hoy, muchas personas aún creen que estos productos son beneficiosos, sin considerar que la visión sobre la nutrición ha cambiado significativamente.
Hábitos que hoy preocupan
Aunque antes era común consumir quesos grasos, nata, mantequilla o leche entera sin reparos, hoy las evidencias médicas demuestran que su alto contenido en grasas saturadas puede elevar el colesterol y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
La grasa, un riesgo silencioso
Los productos lácteos enteros contienen niveles elevados de ácidos grasos saturados, que aumentan el colesterol LDL, conocido como colesterol “malo”. Esto puede provocar la acumulación de placas en los vasos sanguíneos, estrechándolos u obstruyéndolos con el tiempo, lo que incrementa el riesgo de infarto o ictus. Por eso, los expertos recomiendan que las personas mayores limiten considerablemente el consumo de estos productos y opten por alternativas más ligeras.
Comparación de productos lácteos
Por ejemplo:
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La mantequilla convencional contiene unos 82 g de grasa por cada 100 g.
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El requesón desnatado, 13,5 g.
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El yogur griego desnatado, 9,5 g.
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Quesos como el hermelín o el eidam, entre 23 y 26 g.
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En comparación, el requesón descremado tiene menos de 1 g de grasa, y el yogur aligerado puede ser casi totalmente descremado.
Las nuevas recomendaciones
Las recomendaciones dietéticas actuales, como las de la Asociación Americana del Corazón o las sociedades profesionales checas, aconsejan reducir significativamente la ingesta de grasas saturadas, especialmente en personas mayores. En su lugar, se sugiere consumir productos lácteos fermentados y bajos en grasa: yogur blanco, kéfir, productos agrios y quesos sin grasa.