Praga, ciudad de torres y calles empedradas, no solo ha sido testigo de la historia europea, sino también cuna de leyendas, enigmas y figuras que marcaron la ciencia y la cultura occidental. Desde la profética princesa Libuše hasta el misterioso Golem del Barrio Judío, la capital checa invita a sumergirse en un universo donde lo real y lo mítico conviven con naturalidad.
Un paseo por Hradčany, el casco antiguo, el barrio judío y Nové Město, conduce al visitante hasta lugares cargados de simbolismo, como la enigmática Casa de Fausto o el mítico Vyšehrad, cuna de tradiciones ancestrales y escenario de historias que parecen sacadas de un libro de alquimia.
Tycho Brahe: el astrónomo de las estrellas… y del misterio
Entre las figuras históricas que encontraron en Praga su destino está Tycho Brahe, uno de los astrónomos más célebres del Renacimiento. En 2024 se cumplen 470 años de su nacimiento en Copenhague, y su legado sigue latiendo en la ciudad que lo acogió durante sus últimos años.
Brahe llegó a Praga por invitación del emperador Rodolfo II, atraído por la efervescencia intelectual de la corte imperial. Allí trabajó como astrólogo oficial, colaborando —y rivalizando— con el también legendario Johannes Kepler. Su presencia en la capital del Reino de Bohemia consolidó a Praga como un epicentro del conocimiento en la Europa de la época.
La muerte de Tycho Brahe: entre ciencia y sospecha
El final de Tycho Brahe no fue menos enigmático que su vida. Su tumba se encuentra en la iglesia gótica de Nuestra Señora en frente de Týn, uno de los templos más imponentes de Praga. Sus torres, de 80 metros de altura, dominan el horizonte de la Ciudad Vieja; y, como muchos aspectos de Praga, guardan sus propios misterios: no son iguales entre sí —la torre sur es más robusta y ornamentada que su hermana del norte.
Durante siglos, se creyó que Brahe había muerto tras la ruptura de su vejiga durante un banquete, una versión romántica y algo absurda. Sin embargo, análisis más recientes apuntaron hacia teorías más oscuras: se detectaron restos de mercurio en sus restos exhumados en 1901 y 2006, lo que desató especulaciones sobre un posible envenenamiento, incluso a manos de Kepler.
Aunque durante un tiempo se pensó que el mercurio pudo provocar una inflamación renal letal, investigaciones posteriores descartaron esta hipótesis. En 2006 se concluyó que la cantidad hallada era mínima y no podía haber causado su muerte, devolviendo la causa a factores naturales, aunque dejando intacto el aura de misterio que lo rodeó en vida… y más allá.