¿Desaparecerán los pueblos eslavos? La natalidad en crisis y la amenaza al futuro cultural del Este de Europa
Un fenómeno compartido por Chequia, Polonia, los Balcanes y Ucrania
En las últimas semanas, se han multiplicado los titulares sobre el desplome de la natalidad en Europa Central y del Este. La llamada de atención no es gratuita: según los últimos datos demográficos, los países eslavos están viviendo una de las caídas más pronunciadas en el número de nacimientos desde que existen registros modernos. La situación no es exclusiva de Chequia; también la padecen Eslovaquia, Polonia, los Balcanes y, con especial gravedad, Ucrania.
En el más reciente episodio del pódcast „Hey, Slavs“, los hermanos Jakub y Lukáš Novosad abordan esta crisis desde una perspectiva cultural y geopolítica. El diagnóstico es alarmante: la población eslava está en peligro de extinción si no se toman medidas radicales a corto y medio plazo.
No solo nacen menos: también se van
El problema no es únicamente cuantitativo. A la baja natalidad se suma el éxodo económico hacia Europa Occidental, fenómeno que desde el colapso del bloque soviético ha despoblado regiones enteras. Polacos, eslovacos, búlgaros o serbios han buscado mejores condiciones de vida en Alemania, Francia o Reino Unido. La consecuencia directa: millones de personas menos en los países de origen y una presión creciente sobre sus sistemas sociales, económicos y culturales.
Según estimaciones recientes, la población de algunas naciones eslavas podría reducirse a la mitad en menos de 150 años si se mantienen las tendencias actuales.
¿Una Europa sin eslavos?
La pérdida demográfica no solo tiene implicaciones sociales o económicas. Lo que está en juego es la supervivencia de lenguas, tradiciones e identidades. Frente a una Europa Occidental que recibe altos flujos migratorios y mantiene cierto equilibrio poblacional gracias a ello, los países eslavos apenas reciben inmigrantes, y cuando lo hacen, suelen provenir de culturas y contextos ajenos (Siria, Afganistán, Nepal, China), sin vínculos históricos ni lingüísticos con la región.
Un ejemplo polémico es el reciente plan del gobierno serbio de aceptar a 100 mil ghaneses, una medida que ha generado inquietud en amplios sectores de la población local.
El caso sorabo: cuando ya no basta con tener hijos
Lukáš Novosad recuerda en el pódcast el caso de los serbios sorabos, una minoría eslava que vive en Alemania oriental y que lleva décadas luchando por sobrevivir culturalmente. Su propuesta más ambiciosa es el proyecto “100 mil hablantes para 2100”, que busca convencer a sus vecinos alemanes de aceptar el idioma y la identidad sorabos como forma de salvaguarda cultural. Un esfuerzo que, para muchos, roza la utopía.
¿Debemos temer la superpoblación ucraniana en Chequia?
Algunos sectores en Chequia temen que la llegada masiva de ucranianos altere el equilibrio demográfico y cultural del país. Pero las cifras desmienten este miedo: los ucranianos tienen, en promedio, aún menos hijos que los checos. Su integración cultural no representa una amenaza, sino más bien una continuidad del problema general de baja natalidad.
¿Qué funcionó y qué no en la política natalista?
Durante la época de normalización comunista, la política familiar checoslovaca logró aumentar la natalidad gracias a un conjunto sólido de incentivos sociales, subsidios y servicios de cuidado infantil. Pero esa política no era sostenible a largo plazo y, con la transición al capitalismo, fue desmantelada sin una alternativa eficaz.
Los actuales programas pronatalistas, como los que aplica Hungría o Polonia, no han conseguido revertir la tendencia. En parte, porque siguen centrados en ayudas económicas sin abordar el problema estructural: el coste de la vida, la inseguridad laboral y la falta de acceso a la vivienda.
¿Es demasiado tarde?
La pregunta final no es fácil de responder: ¿estamos a tiempo de salvar las culturas eslavas o ya es una batalla perdida? El pódcast „Hey, Slavs“ no da respuestas definitivas, pero sí invita a reflexionar seriamente. Porque el simple hecho de tener más hijos ya no basta. Hace falta una revitalización profunda de las estructuras sociales, económicas y culturales, y sobre todo, una nueva visión del valor de las lenguas y tradiciones en un mundo cada vez más globalizado.