Los transportes nazis de la muerte provocaron una terrible epidemia en la ciudad de Terezín. Los transportes llevaban personas que estaban al borde de la muerte: empobrecidos, hambrientos, torturados por sus guardias. Esa era la realidad de decenas de miles de prisioneros de los campos de concentración del desmoronado Tercer Reich de Hitler, los prisioneros seguían atravesando partes de Europa aún ocupadas por los Nazis, algo que se conoció después de la guerra como las marchas de la muerte. Estas marchas se realizaron durante las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial. Todo para evitar entregar a los prisioneros al Ejército Rojo o los aliados occidentales, ya que los Nazis no querían dejar testimonio de los horrores que habían cometido en los campos de concentración.
El gueto de Terezín estaba lleno de prisioneros
Miles de personas habían llegado durante los 5 años de la Segunda Guerra Mundial al gueto de Terezín. Para el 20 de abril de 1945. Muchos de los reclusos padecen enfermedades altamente contagiosas que comienzan a propagarse sin control en el gueto y en la prisión de la Gestapo en la Pequeña Fortaleza de Terezín. Los prisioneros se enfrentaban allí a un final aterrador.
El año 2025 marca el 80 aniversario de la liberación de Checoslovaquia y el fin de la Segunda Guerra Mundial. El proyecto del Año de la Liberación conmemora este importante aniversario y presenta una interfaz histórica para esta sección, con elementos modernos.
En un momento en que Rusia lleva tres años de guerra con Ucrania y en el planeta tierra tenemos varios conflictos armados, se vuelve esencial recordar la importancia de la libertad y el sufrimiento que traen las guerras.
Las marchas de la muerte
Las marchas de la muerte y los transportes de evacuación comenzaron en el verano de 1944. Los prisioneros desnutridos debían caminar cientos de kilómetros, con cualquier clima, sin ropa adecuada ni comida suficiente. Quienes no podían seguir eran ejecutados por las SS en el camino.
Los nazis iniciaron las evacuaciones de los campos de concentración tras la liberación del campo de Majdanek por parte del Ejército Rojo, en abril de 1944.
En 1945, el Ejército Rojo liberó Auschwitz. Aunque los nazis lograron evacuar parte del campo, no pudieron destruir las pruebas de los asesinatos en masa y sistemáticos contra los Judios. Las cámaras de gas y crematorios mostraban al mundo cual había sido el destino de millones de personas en las fábricas de la muerte.
«El Reichsführer Heinrich Himmler, líder de las SS, ordenó desalojar todos los campos en peligro. Terezín fue uno de los campos de concentración de donde los Nazis lograron evacuar más número de gente en transportes y de donde salieron muchas de las **marchas de la muerte», explicó a la prensa Vojtěch Blodig, historiador del Memorial de Terezín.
La evacuación se hacía en trenes o a pie. Se trataba de desplazamientos masivos, donde muchos morían de hambre, agotamiento o eran asesinados. Los autores de los crímenes preferían que los testigos murieran. A veces, ni siquiera se les permitía a los prisioneros comer hierba mientras hacían largas caminatas.
Una de estas marchas, con destino a Terezín, partió de Johanngeorgenstadt, con unos 900 prisioneros. Solo unas dos docenas llegaron al gueto de Terezín. Los demás fueron fusilados durante el viaje
Los transportes empezaron a llegar el 20 de abril de 1945, y el último lo hizo el 6 de mayo. Se utilizaba el apartadero ferroviario de Bohušovice nad Ohří.
La línea ferroviaria, operativa desde 1943, servía para ocultar a los habitantes de la zona el estado de salud de los prisioneros que iban en dichas marchas a Terezín. Mientras que los prisioneros ignoraban que iban a morir después de que los mandaran a uno de los campos de exterminio o que los pusieran a hacer trabajos forzados.
Una epidemia mortal
Muchos prisioneros que sobrevivieron a las marchas o transportes a Terezín padecían tifus o fiebre tifoidea. La fortaleza, superpoblada, albergaba más de 32.000 personas entre el 20 de abril y el 6 de mayo de 1945. Separar a los infectados era imposible.
La epidemia de tifus comenzó el 24 de abril en el gueto y unos días después en la Pequeña Fortaleza de Terezín. Cientos de personas se enfermaban cada día. En el punto álgido, hasta 150 personas se contagiaban cada día. Más tarde se empezaron a sumar epidemias como la disentería y la tuberculosis.
«Ante el riesgo de propagación fuera de Terezín, las SS permitieron la entrada de médicos checos, especialmente de Praga, Roudnice nad Labem y Mělník, miembros de la Acción de Socorro Checa», indica Blodig.
Desde el 2 de mayo de 1945, Terezín quedó bajo protección del Comité Internacional de la Cruz Roja, representado por Paul Dunant.
Los últimos SS huyeron del gueto de Terezín el 5 de mayo. El Ejército Rojo llegó el 8 de mayo por la tarde, y el 10 estableció una guarnición. Entre el 11 y el 13 de mayo se levantaron cinco hospitales de emergencia, con más de 300 médicos y personal.
Sin embargo, la salida descontrolada de prisioneros liberados de Terezín facilitó la propagación de enfermedades a la región. Solo una cuarentena de 15 días pudo contener la situación. Aun así, las epidemias en Terezín se cobraron 1.566 vidas en los últimos días de la guerra y semanas siguientes.
Los prisioneros no eran solo judíos. Había personas de múltiples nacionalidades: colaboradores de la resistencia, niños, familias enteras. Se calcula que 250.000 personas murieron en las marchas de la muerte en dirección a Terezín.
Con el avance de los aliados, los nazis se quedaron sin rutas de escape lo cual impidió seguir evacuando a los prisioneros. En abril y mayo de 1945, muchos se dirigieron al Protectorado y a los Sudetes. Hay más de cien fosas comunes en lugares como Žihle, Tachov, Stod, Kaštice, Březno o Karlovy Vary. Los restos de prisioneros evacuados que murieron en territorio checo fueron enterrados allí tras la guerra.
Solo reaccionan ante la comida
Otros prisioneros de Terezín presenciaron imágenes de horror al llegar los transportes.
«Ya no eran personas. Eran animales salvajes que no comían desde hacía semanas. Algunos estaban inmóviles, sucios, irreconocibles», escribe Milan Hes en su libro Y se abrieron las puertas….
El proyecto Año de la Liberación muestra aspectos clave y poco conocidos del final de la guerra, gracias a la colaboración con el Instituto de Historia Militar. Se incluyen también armas, testimonios extranjeros, infografías, entrevistas, podcasts, y materiales apoyados por inteligencia artificial.